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“Estamos creando una solución que se pueda incorporar fácilmente a alimentos básicos en diferentes regiones”, afirma Ana Jaklenec, investigadora del MIT. “Nuestro objetivo era desarrollar algo que no reaccionara con el alimento en sí. De esta manera, no tenemos que reformularlo para cada contexto. Se puede incorporar a una amplia gama de alimentos y bebidas sin comprometer su eficacia”.
La fortificación de alimentos puede ser una forma eficaz de combatir la desnutrición. Pero este enfoque suele ser complejo, ya que muchos nutrientes son frágiles y se descomponen durante el almacenamiento o la cocción. Cuando se añade hierro a los alimentos, este puede reaccionar con otras moléculas, dándoles un sabor metálico.
En trabajos anteriores, el laboratorio de Jaklenec demostró que encapsular nutrientes en polímeros puede protegerlos de la descomposición o la reacción con otras moléculas. En un pequeño ensayo clínico, los investigadores descubrieron que las mujeres que consumían pan fortificado con hierro encapsulado podían absorber el hierro de los alimentos.
Las partículas también podrían adaptarse para transportar otros minerales importantes como zinc, calcio o magnesio. Sin embargo, una desventaja de este enfoque es que el polímero añade mucho volumen al material, lo que limita la cantidad de hierro u otros nutrientes que llegan a los alimentos.