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Sin embargo, con esa masa de aceite, vienen montañas y montañas de subproductos. Con el tiempo, la producción de orujo de aceituna superó con creces la velocidad con la que la gente lo utilizaba para alimentar sus estufas, y cada año se acumulaban 600.000 toneladas de orujo de aceituna.
“Siempre me pregunté cómo este material podía arder durante tanto tiempo sin apagarse”, comentó Yassine Khelifi, ingeniero que vive y trabaja en el norte del país. “Fue entonces cuando me pregunté: ‘¿Por qué no convertirlo en energía?’”.
Khelifi visitó Europa en 2018 para comprobar si existía una máquina que pudiera convertir el orujo de aceituna en algún tipo de combustible. Localizar dicho equipo y traerlo de vuelta a Túnez llevó otros tres años de experimentación para finalmente producir briquetas con tan solo un 8% de humedad.
En comparación, la leña curada debe dejarse al sol durante un año o más, mientras que las aceitunas pueden tardar la mitad. En su fábrica, donde emplea a 10 personas, camiones llenos de residuos de aceituna se secan al sol antes de que los trabajadores los introduzcan en la máquina. Se producen rollos largos y huecos, se cortan en secciones, se envasan y se venden.