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Sin embargo, esta capacidad regenerativa suele verse comprometida en enfermedades crónicas como la cirrosis, donde la función hepática se deteriora, lo que posteriormente provoca la acumulación de sustancias tóxicas en el organismo.
Dado que las enfermedades hepáticas siguen aumentando debido a estilos de vida y hábitos alimentarios poco saludables, la urgencia de activar la regeneración hepática se ha vuelto crucial. Los hallazgos del CNIO señalan un posible cambio de paradigma en el tratamiento del daño hepático en el futuro. El glutamato, a menudo reconocido por su papel en la neurotransmisión cerebral, sorprendentemente demuestra un impacto significativo en la regeneración hepática al facilitar la comunicación celular entre el hígado y el sistema inmunitario.
Los estudios experimentales emplearon metodologías rigurosas que incluyeron modelos animales para dilucidar este mecanismo. Durante la lesión hepática aguda, se observaron marcadas respuestas celulares. Los hepatocitos, el principal tipo celular del hígado, aumentan rápidamente la producción de glutamato. Este aumento repentino de glutamato circula por el torrente sanguíneo y culmina en su llegada a la médula ósea, donde ejerce una profunda influencia sobre los monocitos, precursores de los macrófagos.
Estas células inmunitarias activadas migran posteriormente de vuelta al hígado, donde se transforman en macrófagos. El estudio indica que la presencia de glutamato no solo reprograma las vías metabólicas de estos macrófagos, sino que también los incita a liberar factores de crecimiento específicos necesarios para la proliferación de los hepatocitos. Este proceso crea un ciclo de retroalimentación positiva, en el que las células hepáticas potencian su propia regeneración mediante la participación estratégica de la respuesta inmunitaria.